Laura Pesquera
Cuando era pequeña, me encantaba cantar. Lo hacía a todas horas y, si no me sabía la letra, me la inventaba. Desafinaba mucho, muchísimo, pero yo quería ser cantante. Era lo único que me importaba. Con el tiempo entendí, y me hicieron entender, que no era lo mío. Como el baile, la actuación, el periodismo o la medicina.
Supongo que hoy soy lo que ves, y todo lo que pude ser. Todas las Lauras que se quedaron en el camino.
La que estaba subida a una silla de rodillas y con los brazos en cruz, preparada para echar a volar, con apenas 7 años. Apenas me reconozco ya en ella.
La que se escondía detrás de un cigarro en la mano y seguiría haciéndolo, si fumara.
La que siempre ha preferido sonreír a hablar, porque hay que ver lo que cuesta que salgan las palabras de la boca, y qué fácil es decirlo todo a la velocidad de las teclas.
La que se pasa horas echando la vista atrás para no tener que mirar hacia delante, ni siquiera de soslayo.
La que está a punto de cumplir los 32 y ha ido traicionando una a una a todas sus antecesoras. Teníamos otros planes, ¿verdad? Pero la vida es así y hay que saber enredarse en ella y con ella. Aprovechar un hilo que se acaba y unirlo a otro, aunque no sea del mismo color.