Guillaume Jamard
Tras el desmoronamiento del viejo mundo la confusión y el caos reinaban entre escombros, los estertores de una tierra decadente devorada por la perfidia y la codicia anunciaban lo inevitable. La gran huida hacia ninguna parte colapsó tierra mar y cielo, un dramático éxodo de irreversibles consecuencias devastó cual furioso torbellino todo cuanto encontró a su paso. El lánguido ocaso de un tiempo sin glorias ni juicio llegaba a su fín y tras él la oscuridad proyectaba su sombra apagando los últimos hálitos de una esperanza perdida…