Elena y Martina

Te quiero se queda corto.

Salvaje y vital, a ratos pirata, a ratos princesa, siempre gatuna. Emana luz por cada poro, exala dulzura en cada aliento, lanza miradas de estrella fugaz, rompe el silencio con palabras de chocolate.

– Martina, ¿quieres soltar un rato tus lápices y ver cómo se hace un retrato al natural?

– Vale. Y luego cenamos en el McDonalds.

Marca en rojo la fecha en su agenda. Las hojas del calendario van cayendo y termina la espera cuando ya han florecido los árboles navideños.

Pasos nerviosos hacia el punto de encuentro. Su pelo al cielo, su alegría al viento. Al conocer a Iván, surgen los nervios al son de la curiosidad:

– ¿Por qué tienes tantos lápices afilados?

– Para no interrumpir el dibujo. Si se acaba uno, cojo otro.

– Y ¿por qué pones el sacapuntas si sabes que no lo vas a usar?

Él sonríe y ella levanta las cejas. Yo pienso que se le ha ganado…. y después, ella es ella, enreda, bichilla, obediente, curiosa, tan ella, tan linda, tan niña, tan común y excepcional.

Sueña con ser cuidadora de ponis y unicornios. Y yo sueño con ayudarla a ponerles la comida y peinarles el pelo que por supuesto será azul y morado y verde…Mira, observa, escruta el retrato, piensa bien su veredicto y al final muestra esa sonrisa abierta que sabe a triunfo.

Qué bonito siento estar a su lado.

Mi historia es otra y hoy no cuenta.

El retrato es de Martina.

«Salta con los brazos abiertos

con los pelos al viento

este es nuestro momento.

Salta aunque nadie te comprenda

por encima de cabezas huecas

salta como un gato

tu no eres un pájaro enjaulado»

 

Salta. Amaral.

 

 

 

 

  • 29 de noviembre de 2017