Beatriz Aragón

Four years (and a half) is too long

 

Hace cuatro años (y medio) me metí en el lío de hacer la tesis. Hace cuatro años (y medio) las cosas eran otras; yo no vivía en España pero no me fui ni por espíritu aventurero ni porque la crisis me echara, tampoco trabajaba de médica pero seguía desde la distancia con entusiasmo las movilizaciones de la marea blanca contra la privatización de la sanidad pública en Madrid. Es que hace cuatro años (y medio) aún nos manifestábamos porque parecía que el hacerlo podía cambiar las cosas, y de hecho así fue, aunque con el tiempo se nos haya ido olvidando. Iván estaba dibujando a trabajadores de la sanidad que participaran en la marea blanca y yo me colé en una de mis visitas navideñas desde Londres (aquí está). Estaba empezando la tesis y todavía no tenía claro lo que me esperaba, supongo que como toda doctoranda al empezar pensaba que a mi no me iba a pasar eso de tirarme años y años dando la chapa con una tesis que no tiene fin, si con lo organizada que soy en tres años me lo quito de encima, pensaba. Tampoco sabía que acabaría viviendo un año en provincias en Alemania ni que con tanto ir y venir dejaría de cortarme el pelo, lo que al final se convertiría en otra manera de medir el paso del tiempo. No dejé de cortarme el pelo como promesa, como me decía la gente, sino como suelo hacer casi todo, inicialmente sin pensarlo mucho y luego dándole sentido. Lo que surgió de la falta de tiempo se convirtió en una forma de medirlo: en cada reencuentro con amigas, colegas y demás allegados lo primero que se hacía notar era el tiempo pasado en función de la largura de mi primero incipiente y luego establecida melena. Melena Londinense, Göttingera, Madrileña, recordándome que en la monotonía el tiempo corría, que en el proceso lento de forma imperceptible se iba construyendo un argumento oculto en la urgencia de lo cotidiano. Lo del pelo era una broma conmigo misma sobre la que me gustaba ironizar: una forma de reírme de mis angustias y quitar un poco de hierro al asunto tesis, para sobrevivir a sus estragos. Y me apetecía reflejar esto de alguna manera en el producto final, ese tocho encuadernado con letras doradas en el lomo, áridamente formal, que no invita a la lectura si no estás obligada a ello. Cómo colar esta broma capilar dentro de semejante formato? Y ahí es donde aparece de nuevo Iván y este nuevo retrato justo antes de depositar la tesis y que aparece junto con el previo, en la sección de agradecimientos del tocho encuadernado con letras doradas en el lomo. Parece ser que pese al formalismo imperante en todo el documento, está permitido dar las gracias en formato libre, al menos eso me dijeron. Pero aún no tengo del todo claro si esta broma capilar será entendida o me va a costar un suicidio académico, el día 26 mayo después de defender la tesis os lo cuento. De todas formas, gracias Iván por ser cómplice en estos agradecimientos agradecidos.

 

  • 10 de marzo de 2017