Siro García

Un trece de agosto mi padre murió mientras jugaba al tenis, dejando a medias un partido que claramente tenia ganado. Yo tenia dos años y mi madre en ese mismo momento tomo una decisión que marcaria mi infancia. Como dios no había tenido la gentileza de oír sus plegarias,  decidió que le daba igual su omnipotente voluntad, y aunque yo era un perfecto espécimen de humano macho ella, unilateralmente, a partir de ese momento, decidió que yo era una chica. Afortunadamente fue en ese momento porque el nombre que me tenían designado en caso de nacer niña era Tabata, y eso si que marca una infancia.

Así pues mi madre peino a cepillo durante años mi pelo largo rubio a causa de la camomila y la cerveza, que por lo visto, por aquella época, te ponía el pelo mas rubio que los de Lolo García.

Al principio fue fácil. Fui un bebe que vestía de rosa pero sin mayor consecuencias que la típica confusión en la calle sobre mi sexo entre los desconocidos. Luego con el tiempo y al alcanzar la edad adulta, me fui dando cuenta de que no vestía como los demás. Hasta que no cumplí los ocho años por ejemplo, no me di cuenta que usaba ropa interior femenina, es decir, bragas. Mis calzoncillos no tenían el refuerzo ese que ponen justo donde reposan los genitales masculinos. Yo de eso no tenia.

Cuando llegaba el verano jugaba con mis amigos, que por supuesto, tenían bañadores muy diferentes a los míos, que eran dos tiras de tela unidas por una arandela a cada lado. Al principio pensé que podría ser que en los setenta los bañadores infantiles tenían poca tela y que el complemento de metal era normal. Pero cunado aprendí algo de ingles me di cuenta que detrás ponía “I LOVE BOYS”. Doy gracias a dios que los colegios bilingües se hayan popularizado en los noventa.

En invierno, cuando llovía, prácticamente toda mi clase llevaba las mismas botas de agua que estoy seguro que vosotros también habréis usado en algún momento: las azules de goma con banda amarilla de lona arriba. Todo el mundo las llevaba menos yo. Yo llevaba unos botines chupamelapunta morados con imitación de costuras en goma a lo cowboy . E impreso la palabra cowgirls acompañada de otras que no logro ni quiero recordar. Lo que si recuerdo es pasar los días de lluvia encerrado en casa, no porque lloviera, sino porque me negaba a salir con tales pintas.

Y todas las fases de mi vida tuvieron algo en común: el jersey ibicenco hecho a mano. Ese jersey veinte tallas mas grande, que picaba como si vistieras un cactus, y que pese a ser de lana, como era de punto abierto, te entraba el frio por todos lados. Y siempre con un dibujo tejido. Un dibujo sencillo claro, que la vieja que los tejía  no estaba para diseños fantasía: una flor, un barco, cosas así. Los odiaba.

Cuando cumplí los doce años me fui a la peluquería sin decirle nada a nadie y por primera vez en mi vida salí de ahí con el pelo corto. El disgusto de mi madre fue mayúsculo. Su hija se había hecho mayor.

En resumen , que me pase toda mi infancia escuchando dos frases de la boca de mi madre: “Ponte a estudiar ya” y “noseastontoquenohaycosasnideniñosnideniñas”

PD: Hoy tengo dos hijas y siempre pensé que mi madre retomaría las coletas y compraría ropa muy muy rosa para sus nietas. Pero fíjate tu. Ahora dice que no le apetece hacer coletas. Me temo que tendré que ponerme con un tercero a ver si sale niño y se anima.

 

  • 2014