Miguel Aparicio

Un retrato hecho a mano no es una fotografía. No es una reproducción estática de nuestro aspecto externo. El retrato cambia, cuando lo miramos, según quiénes seamos nosotros. Desde su lugar, solo piensa y ve a quien representa. Es un trabajo duro ser un retrato. De momento, el señor del dibujo, que soy yo pero también es lo que yo pienso de mí, me mira con curiosidad. Habrá que trabajar para que nunca me mire con pena o con disgusto. Ser el ídolo del tipo del retrato, que soy yo. El pobre, no tiene otra cosa que hacer.

  • 16 de febrero de 2017