Carmen López
Un dia una grafóloga analizó un par de líneas que escribí aleatoriamente. Nunca nadie había sido tan minucioso y acertado al describirme. Ni siquiera yo misma. Desde entonces me pregunto si los grafólogos son una especie de magos que pueden leer el alma de la gente, o si soy tan transparente que se me hace imposible ocultarme, incluso de un extraño. Si un trazo de tinta dice tanto de mi, me da miedo pensar qué no contaran mis ojos, mis gestos o mis palabras a esas personas que me «leen» todos los días.